domingo, 5 de abril de 2020

Comentario Lunes Santo




Color: Morado

6 de abril de 2020

REFLEXIONANDO LA PALABRA

Mirad a mi siervo
La persona se encuentra permanentemente frente a la disyuntiva de cómo posicionarse frente a la vida que no es distinto de cómo situarse frente a la propia. La respuesta sólo puede darse de manera personal e intransferible, a saber: desde la naturaleza esencial (lo que verdaderamente somos), o por el contrario, desde el personaje (lo que no somos pero creemos ser).

Comenzábamos la Cuaresma con la invitación a estrenar un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ez 18, 31). - ¿Por qué?, ¿Para qué? Así no moriréis, nos responde el profeta.

Dilema constante entre vivir o malvivir.

Debido al adoctrinamiento sufrido desde párvulos a través de los distintos ámbitos significativos: familia, escuela, sociedad, parroquia…el triunfador ha sido y es el personaje, instalando a la criatura en la dualidad, con la consiguiente experiencia de apátrida.

En este Lunes Santo, las lecturas de la Palabra de Dios nos van a confrontar con esta evidencia.

El Deuteroisaías en su Primer Cántico del Siervo hace una singular invitación: MIRAD A MI SIERVO.

¿Quién es este Siervo? De entrada, el vocablo chirría en una mente postmodernista, ya que hace referencia a una persona sometida totalmente a la autoridad de otra. Lo que sí es cierto es, que se trata de un desconocido, no se sabe quién es, aunque el evangelista S. Mateo lo cita en su capítulo 12, vv.18-21 aplicándolo a la vida y obra del Señor Jesús, para significar el cumplimiento de lo anunciado por el profeta. De ahí, que los cristianos asintamos con el salmista: Es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?(Sal 26,1)
 Este Siervo va a estar ajeno a todo lo que significa leer la vida desde la clave egótica, con posicionamientos tales como:

Incitación, hostigación: «No gritará, no clamará, no voceará por las calles» (v.2)
Su actitud exhorta a hacer viaje interior, para dejar de lado todo lo que entrañe continente frente a contenido, postureo al que  fácilmente se sucumbe. La persona señoreando su espacio interior es ajena a toda soliviantación, aún con supuestos tintes sacrosantos.

Como el personaje no tiene entidad propia se siente amenazado de forma permanentemente. De ahí el matar de cualquier forma. Modelo de esto son los sumos sacerdotes que nos presenta el evangelio de S. Juan en este día: Habían decidido dar muerte también a Lázaro, pues por su causa muchos judíos iban y creían en Jesús (vv.10-11). Nótese que en el capítulo anterior habían decidido dar muerte a Jesús (v.53).

A través del adverbio también, el evangelista firma con fuerza el deseo de las autoridades religiosas judías de que ambos sujetos corran la misma suerte, a saber: ser asesinados.

Prepotencia y extorsión: «la caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará» (v.3)
Siervo extraño a todo afán de dominación. Sólo la psique  atenazada por la inseguridad sucumbe al despotismo, sufriendo en primera persona sus estragos, además de los impuestos a sus dominados.

Siervo impertérrito a toda disposición cicatera que instrumentaliza la situación en aras del propio beneficio. Judas es exponente de ello: - ¿Por qué no han vendido ese perfume en trescientos de arios para repartirlos a los pobres? – lo decía no porque le importará los pobres, sino porque era ladrón; y, como llevaba la bolsa, sustraía de lo que ponían en ella(Jn 12, 5-6)

Frente a estas actitudes sin substancia -el mal carece de la misma- se nos invita a mirar a este Siervo para así adentrarnos en lo que supone nuestra naturaleza esencial:

Promover e implantar el derecho en la tierra (v.4)
Abrir los ojos de los ciegos (v.7)
Sacar de la cárcel a los que viven en tinieblas (v.7)
Allí le ofrecieron una cena
En el Evangelio de hoy, S. Juan nos muestra al Maestro en la recta final de su subida a Jerusalén: Seis días antes de la Pascua.

Cabe preguntarse: - ¿A qué Pascua se refiere? ¿Alude a la fiesta judía por excelencia? o ¿se trata de la Pascua que Jesús va a vivir en carne propia y por ello es tu pascua, la mía y la de todo hombre que la quiera acoger? Es obvio a todas luces que se trata de la Pascua del Señor Jesús.

Cena y Perfume se hacen necesarios; más aún, se convierten en la antesala pascual. El aguijón de la muerte inocula su veneno de múltiples formas y se necesita del consuelo y la fuerza de los hermanos, de los amigos, en este caso los de Betania.

Cena material que directamente apunta a otra cena; la eucarística, donde Jesús se convierte en camarero, mesa y comida como nos dirá en una de sus cartas Sta. Catalina de Siena.

La casa se llena del buen olor del Perfume, el de los buenos gestos que a tiempo y a destiempo se convierten en bálsamo para el camino.
José Alirio Lagarejo Palomeque
Sacerdote

El Señor me escuchó y tuvo compasión de mí.  El Señor se ha hecho mi auxilio (Sal 29,11)



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