lunes, 15 de junio de 2020

Reflexionado



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16 de junio de 2020


“Amor al enemigo” (Mt 5, 43-48)

“Han oído que si dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen sus enemigos.  Así comienza el evangelio que hemos leído hoy, todo en boca de Jesús.  Es la sexta y última de las antítesis del discurso del monte, que se ha leído también el sábado de la primera semana de cuaresma.

“Amarás a tu prójimo” es norma que encontramos en el libro del Levítico (19, 18), si bien el prójimo significa así el pariente y el compatriota.  La segunda afirmación “y aborrecerás a tu enemigo”, no se encuentra literalmente en ningún pasaje de la Biblia; pero así lo deducían los judíos como conclusión de lo primero.  Todo el que no pertenecía al pueblo elegido desconocía al Dios verdadero y era un extraño, un “enemigo”, a quien no había por qué amar.  Ése es el sentido de “aborrecerás a tu enemigo”.

Pues bien, una vez más Jesús rompe con la tradición de los rabinos y va más allá.  “Yo, en cambio, les digo: Amén a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen y recen por los les persiguen y calumnian”.

El paso que da Cristo es de gigante y para gigantes.  No contento con ampliar el concepto de prójimo a toda persona sin distinción, igualándolo en el amor con la persona de Dios -primer y segundo mandamiento en unión e igualdad-, y de extender el perdón hasta 70 veces 7, es decir, ilimitadamente, preceptúa ahora el amor incluso al enemigo. ¡Increíble!  Jesús declara inviable y anticuada nuestra división usual de las personas en amigos y enemigos; para el que ama, como Cristo, no hay ya más que hermanos, hijos todos del mismo Padre, Dios (Lc 6, 27).

“Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.  Nada más y nada menos.  Así resume Cristo la nueva justicia del Reino, es decir, la santidad basada en la absoluta fidelidad a Dios.  Esta conclusión de las 6 antítesis es la motivación de todo lo que antecede y contiene una base ética profundamente religiosa: imitación del ejemplo de Dios, que es amor, y a cuya imagen está hecha la persona.  “Así serán hijos de su Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”.

Dios Padre bondadoso, que das tu sol a buenos y malos,
haznos semejantes a ti para que reflejemos tu amor a todos.
Nos cuesta mucho hacer el bien a quienes nos quieren mal,
perdonar a quien nos ofende y olvidar agravios pasados.

Sin embargo, Cristo obró así, proponiéndonos su ejemplo.
Suscita, Señor, muchos testigos de la no violencia.
Escucha los gemidos de los torturados y oprimidos.
Cambia el corazón de los poderosos para que sean justos.

Líbranos, Señor, del amor calculador e interesado
para que seamos capaces de dar a fondo perdido
Fecunda con tu palabra y tu gracia nuestro yermo corazón,
para que se manifieste tu Reino en nuestro mundo.  Amén

“Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti” (Sal 90)

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