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16
de junio de 2020
“Amor
al enemigo” (Mt 5, 43-48)
“Han oído que si dijo: Amarás a tu prójimo y
aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen sus
enemigos. Así comienza el evangelio que
hemos leído hoy, todo en boca de Jesús. Es
la sexta y última de las antítesis del discurso del monte, que se ha leído también
el sábado de la primera semana de cuaresma.
“Amarás a tu prójimo” es norma que encontramos en el
libro del Levítico (19, 18), si bien el prójimo significa así el pariente y el
compatriota. La segunda afirmación “y
aborrecerás a tu enemigo”, no se encuentra literalmente en ningún pasaje de la
Biblia; pero así lo deducían los judíos como conclusión de lo primero. Todo el que no pertenecía al pueblo elegido
desconocía al Dios verdadero y era un extraño, un “enemigo”, a quien no había
por qué amar. Ése es el sentido de “aborrecerás
a tu enemigo”.
Pues bien, una vez más Jesús rompe con la tradición de
los rabinos y va más allá. “Yo, en
cambio, les digo: Amén a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen y recen
por los les persiguen y calumnian”.
El paso que da Cristo es de gigante y para
gigantes. No contento con ampliar el
concepto de prójimo a toda persona sin distinción, igualándolo en el amor con
la persona de Dios -primer y segundo mandamiento en unión e igualdad-, y de
extender el perdón hasta 70 veces 7, es decir, ilimitadamente, preceptúa ahora
el amor incluso al enemigo. ¡Increíble!
Jesús declara inviable y anticuada nuestra división usual de las
personas en amigos y enemigos; para el que ama, como Cristo, no hay ya más que
hermanos, hijos todos del mismo Padre, Dios (Lc 6, 27).
“Por tanto, sean perfectos, como su Padre celestial es
perfecto”. Nada más y nada menos. Así resume Cristo la nueva justicia del Reino,
es decir, la santidad basada en la absoluta fidelidad a Dios. Esta conclusión de las 6 antítesis es la
motivación de todo lo que antecede y contiene una base ética profundamente
religiosa: imitación del ejemplo de Dios, que es amor, y a cuya imagen está
hecha la persona. “Así serán hijos de su
Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda
la lluvia a justos e injustos”.
Dios Padre bondadoso, que das tu sol a buenos y malos,
haznos semejantes a ti para que reflejemos tu amor a
todos.
Nos cuesta mucho hacer el bien a quienes nos quieren
mal,
perdonar a quien nos ofende y olvidar agravios
pasados.
Sin embargo, Cristo obró así, proponiéndonos su
ejemplo.
Suscita, Señor, muchos testigos de la no violencia.
Escucha los gemidos de los torturados y oprimidos.
Cambia el corazón de los poderosos para que sean
justos.
Líbranos, Señor, del amor calculador e interesado
para que seamos capaces de dar a fondo perdido
Fecunda con tu palabra y tu gracia nuestro yermo
corazón,
para que se manifieste tu Reino en nuestro
mundo. Amén
“Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la
sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío,
confío en ti” (Sal 90)✍️
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