miércoles, 24 de junio de 2020

La Palabra de Dios hoy



Color: VERDE

25 de junio de 2020


Primera lectura
Lectura del segundo libro de los Reyes (24,8-17):

Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre. En aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la cercaron. Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían cercada. Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. Se llevó los tesoros del templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor. Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos –diez mil deportados–, los herreros y cerrajeros; sólo quedó la plebe. Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia. Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus funcionarios y grandes del reino, todos los ricos –siete mil deportados–, los herreros y cerrajeros –mil deportados–, todos aptos para la guerra. En su lugar nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.

Palabra de Dios
Salmo
Sal 78,1-2.3-5.8.9

R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.

Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,21-29)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: 'Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados." El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

Palabra del Señor


REFLEXIONANDO LA PALABRA

“Obras son amores” (Mt 7, 21-29)

El evangelio de este día concluye el discurso del monte, que venimos escuchando desde hace varios días.  Hoy señala Jesús unas condiciones indispensables para entrar en el Reino: cumplir la voluntad de Dios.  Éste es el aval de pertenencia por el que Dios nos reconoce como hijos suyos y discípulos de Jesús.  No basta confesar a Cristo, tan solo de palabra, como Señor glorioso y resucitado de entre los muertos; hay que unir el cumplimiento de la voluntad del Padre.  Solamente así nuestra justicia, santidad y fidelidad serán mayores que la de los escribas y fariseos, como deseaba Jesús.

Para ilustrar la necesidad de esta fe práctica, la fe que nos salva, la fe que actúa por la caridad (Gál 5, 6), expone Jesús la parábola de las 2 cosas, construida una sobre roca y otra sobre arena.  El verdadero discípulo de Cristo es el hombre sabio que edifica sobre roca, y falso es el hombre necio que construye su casa sobre arena movediza.  El primero escucha, reflexiona y cumple la palabra del Señor; el segundo la escucha, pero no la pone en práctica.  De ahí su ruina y descalificación, porque la fe sin obras es estéril, más aún, está muerta (Sant 2, 17-20).  “obras son amores, y no buenas razones, reza un proverbio.

El “guardar los mandamientos” de los antiguos catecismo sigue teniendo vigencia, si bien enriquecido con un mayor sustrato bíblico.  Dios nunca empieza, exigiendo, sino dando.  El imperativo moral cristiano se funda en el indicativo del don de Dios, que nos hace hijos suyos, hombres y mueres nuevos por el bautismo en Cristo muerto y resucitado.  Lo primero es siempre el amor de Dios, después, lógicamente, se nos urge a una respuesta personal mediante la conversión del corazón y la fidelidad cotidiana al Señor.

De esta manera uniremos fe y obras, creencias y conducta, y evitaremos un escollo frecuente, causa de desprestigio y anti-testimonio cristiano: el divorcio entre fe y vida por parte de quienes se confiesan creyentes y practicantes.

Tu palabra, Señor, es eficaz y nos juzga.
¡Bienaventurado el que la escucha y la cumple!
Será casa edificada sobre roca, árbol junto a la acequia.
pues tu ley, Señor, es perfecta y es descanso del alma;
tu precepto es siempre fiel e instruye al ignorante,
tus mandatos son rectos y alegran nuestro camino,
tu norma es límpida y da luz a los ojos del ciego.

Tus mandamientos, Señor, son enteramente justos,
más preciosos que el oro, más dulce que la miel.
Por eso tu ley es mi herencia, la alegría de mmi vida.
inclina mi corazón a cumplir tu voluntad cabalmente. Amén.

“Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti” (Sal 90)




XIII Domingo. Tiempo Ordinario. Ciclo A

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